sábado, 16 de junio de 2012

LA ESPLÉNDIDA CASA DE LA DECADENCIA” DE POLICARPO VARÓN.


No es nuevo decir que el hombre es un ser complejo por antonomasia. Su vida, no en términos biológicos sino existenciales, guarda una asimetría radical con los otros seres que comparten con él sus mismas características, ahora sí, biológicas. Decir que la composición literaria lleva al hombre a límites insospechados tampoco es nuevo, que además de esto lo describe según su época y cómo esta visiona al hombre al igual que la paideia griega, son conceptos que ya reposan en conocidos manuales de literatura y filosofía.
Aun así, decir que la comprensión del hombre implica (como lo afirmara el filósofo de la selva negra) necesariamente una comprensión del ser,  permite centrar la interpretación del hombre habitante del texto literario en la develación misma del hacer del sujeto. Este hacer es un hacerse en el tiempo que es ya de por sí histórico. Dicha historia sirve como antecedente a la propia conciencia, manifestándose así que al surgir la pregunta sobre lo sucedido se está recordando un pasaje de la propia historia que ha hecho mella en el ser, y que a su vez no le es indiferente, por eso lo recuerda, busca angustiosamente reinterpretarlo, pero sabe de ante mano que si surge una nueva interpretación esta es sólo el posible contrario a lo ya sucedido, lo incambiable, la página impresa y publicada.
Ese retornar al pasado es excavar la tumba donde yacen los recuerdos que otrora marcaron nuestro paso por el mundo. De ahí que intentar recordar aquellos hechos en muchos de los casos queda en un simple pretender, las razones de esta decisión son muchas, la primordial: conservar la aparente calma alcanzada con precariedad.
La espléndida casa de la decadencia, cuento que hace parte del libro titulado El falso sueño publicado en el año 1979, narra la historia de dos personajes (Rosina y un hombre, voz narradora) cada uno en sus circunstancias perseguido y perseguidor del tiempo, tal como se lee al inicio de la narración: Varias veces en el año yo me acordaba de Rocina y me decía  que lo primero que haría al volver a San Bonifacio sería ir a verla (pág.155).
El recuerdo -eje central en el que gira la narración- vive al acecho del hombre, trayendo con sigo felicidad pero también angustia, necesidades no satisfechas, aplazamientos que quizá le pudieron haber dado sentido al presente, en fin posibilidades inconclusas que marcan proyectos frustrados. En este orden el tiempo es como (…) la interminable corriente del agua de la fuente (…) (pág. 158) que observa Rosina, y el ser (…) las flores marchitas y abandonadas (…) (pág. 159) de su jardín.    
Recordar es como si al observar la cicatriz no nos satisficiera la mera imagen  que esta ha dejado en la piel, sino que recurriéramos a provocar nuevamente la herida para sentir una vez más aquel momento vivido, el imperceptible sonido de la piel al desgarrarse, los dinámicos colores de los tejidos desnudos y posteriormente bañados por la sangre. En consecuencia son todas estas escenas las que rememoran vivencialmente el acto mismo a recordar.
Pero desempolvar el recuerdo tiene el propósito de pensar la posibilidad de volver a vivir estos hechos, la visita del hombre a casa de Rosina así lo hace saber. Él va en busca del pasado que vivió al lado de ella, confronta su realidad al ver en la mujer la misma figura férrea y hostil que conoció hace dos décadas, claro, ya aminorada por el paso del tiempo: En el corredor sólo había hecho una pálida imitación del esplendor que había perdido, actuaba todavía (siempre fue la primera actriz en la comedia de la vida) pero era una actriz acabada y desacreditada, abatida por el tiempo (pág.157).
Tal “abatimiento” no era sólo de Rosina, este estado lo comparte con el narrador, de ahí que haya decidido regresar a verla pensando quizá que al volver a San Bonifacio haría un “viaje en el tiempo” y rememoraría un estado de gozo junto a ella. Este propósito no se pudo dar al comprender el narrador que Rosina ya no llenaba mis largos silencios (pág. 158) y que la mujer sólo conservaba (…) la fiereza del náufrago (pág. 158).
En tales circunstancias reconstruir la historia constituye una labor dispendiosa para quien la ejecuta, mas si esta implica al ser mismo que se indaga y se cuestiona, pero que en definitiva es consiente que al final de la vida es poco lo que se puede llegar a hacer para resarcir lo postergado, que la duda es la herida que no sanó, es la voz que habla de posibilidades, o mejor, el leve quejido agudo y continuo que sigue  (…) consumiendo sus días en la soledad y la indecisión (…) (pág.158).    
JHON EDWIN TRUJILLO
Ficha del libro:
VARÓN, Policarpo. La espléndida casa de la decadencia. En: “Cuentos Del Tolima. Antología Crítica” Sello Editorial Alma Mater, 2011.